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[CenB] Qué distingue a un político inglés de uno español




Nota DE VREDONDOF :
Otro gran articulo que me han recomendado , para ver lo que es el sistema Ingles de parlamentarios por circunscripcion. Esta en EL CIERVO


El diputado John Battle me ha pedido que le espere en una esquina del centro de Leeds. Vendrá en un coche verde. Me llama al móvil: "Soy el diputado John Battle. Estoy detrás del autobús, ¿me ves?" Le veo y subo al coche, que no está impecable por dentro ni por fuera. John Battle es un señor alto, jovial y parlanchín: "Esto es lo que haremos hoy –me dice. Ahora vamos a mi oficina. Luego inauguraremos el patio de una escuela, comeremos allí, después vamos a la apertura de una tienda de reciclaje, y al final te enseñaré un poco el barrio".
Leeds es una ciudad de casi un millón de habitantes del centro de Inglaterra. Ahora vamos hacia Leeds oeste, la circunscripción electoral de la que John Battle es diputado. Cuando llegamos a una esquina, dice satisfecho: "¡A partir de aquí estamos en Leeds oeste!" Es su territorio. Lo primero que me enseña es una cárcel. No es la parte rica de la ciudad.
En Inglaterra hay 646 circunscripciones electorales. Cada una tiene su diputado. En las elecciones generales de cada cinco años, los ingleses votan sólo al diputado de su circunscripción, que les representará en la Casa de los Comunes, el Parlamento inglés. 

Se presentan candidatos de los tres grandes partidos (laboristas, conservadores y liberal demócratas) y otros según el lugar (nacionalistas, verdes, independientes). No votan, como aquí, una lista de políticos. 

Sólo votan a uno, a quien además pueden conocer personalmente sin mucho esfuerzo: suele vivir allí y dejarse ver. Una circunscripción tiene de media poco menos de cien mil habitantes, de los que casi setenta mil son electores.
Cuando todos los diputados han sido elegidos se reúnen en el Parlamento y votan al primer ministro, que será el líder del partido con más diputados. El votante pues puede elegir entre votar por su diputado preferido o, en casos determinados, votar por quien represente al partido que quiere que gane las elecciones. 

Es lo que sucedió por ejemplo en 1997: los laboristas de Tony Blair ganaron de golpe 419 asientos, cuando en 1992 habían tenido 147 menos (ahora tienen 359 por 198 conservadores y 62 liberal demócratas, además de los nacionalistas y otros). 

Una oficina corriente


Mientras conduce, John me cuenta detalles de su terreno. Lo sabe todo: "Estas casas son de protección oficial; aquellas tienen goteras; a partir de esta calle vive gente más de clase media", o unas más allá cuyo problema es que "las casas están espalda con espalda, no tienen patio trasero y la gente deba tender la ropa en el jardín", y queda feo. Llegamos a la oficina, en un edificio poco primoroso. Su cuartel ocupa tres cuartillos sin lujos.

En la oficina trabajan tres personas: Christine, la secretaria; Martin, un joven que estudia ciencias políticas en Leeds y Mary, la mujer de John. Es común que las mujeres de los diputados trabajen para ellos a expensas del Parlamento; es el único modo de estar juntos. Los diputados, si no tienen responsabilidades en el gobierno, están de viernes a lunes en la circunscripción –donde se ocupan del ámbito local– y de martes a jueves en Londres, en el Parlamento, donde se encargan de asuntos nacionales (que cuento en el siguiente reportaje). Si el diputado se esmera, es una vida muy ajetreada.

La oficina está desordenada: hay pilas de papeles, revistas y periódicos por el suelo; octavillas clavadas en las paredes; dos fotocopiadoras –una muy moderna capaz de muchas cosas, me dicen. Las campañas y la vida política de los diputados en su circunscripción depende de cada cual y del comité local. La central del partido en Londres ayuda poco. Es el mismo diputado el que se encarga de dar a conocer su actividad a los medios locales, y si hay que hacer folletos de campaña, los fotocopian allí entre él y su mujer.

Los miembros de la oficina de John Battle tienen las tareas bien repartidas. Christine se ocupa de las peticiones de los ciudadanos. Dos mañanas de sábado al mes, John va a cuatro centros cívicos distribuidos por su distrito –uno cada hora– a escuchar los problemas de los ciudadanos, que acuden sin cita previa. Allí John toma notas e intenta luego hacer gestiones para resolver los asuntos: hay quien aspira a un piso de protección oficial, o quien exige una pensión, o quien requiere un visado para que su hermano de Pakistán pueda venir. 

Además de estos sábados laborales, que hacen la mayoría de diputados, cualquier ciudadano puede escribir a John para que le eche una mano ante la administración. Es su verdadero representante. Esto, según dice, representa un 85 por ciento de su trabajo en Leeds oeste.

Un ejemplo de la campaña


El joven Martin es más bien un asesor. Le lleva la agenda de actos y se encarga de responder a las cuestiones políticas que sus electores hacen a John: por qué por ejemplo votó contra el gobierno en la guerra de Irak y a su favor en la prohibición de la caza. Mary, la mujer, hace todo lo demás. 

Ahora, mientras John escribe a mano un articulillo para una revista local, me enseña el despacho. Lo más interesante es un mapa exhaustivo de la circunscripción. Parece militar. Hay calles marcadas en verde y otras en otros colores: "Ahí es donde hemos ido de campaña", me cuenta. Ir de campaña aquí significa ir de puerta en puerta a pedir el voto. Es uno de los grandes acontecimientos de la democracia inglesa. Llamar al timbre de una casa y contarle a quien abra: "Mire, dentro de poco hay elecciones, yo soy John Battle, el diputado actual, ¿va todo bien?"

John me contará luego una anécdota de una campaña reciente. Hace poco hubo elecciones locales; en cada circunscripción hay tres consejeros locales y John fue a hacer precampaña a favor de uno de los candidatos de su partido, el laborista. Llamaron a una puerta, nevaba mucho. Salió una mujer mayor:

–Hola, mister Battle, ¿vuelve a haber elecciones? ¡Hace poco ya voté por usted!

–No, no –responde John–, ahora es la campaña para las elecciones locales.

–¿Y quién se presenta? ¿Le conozco? –y la señora busca entre la comitiva.

Pero el candidato estaba en Venecia, de vacaciones, para descansar antes de la campaña. John se disculpó:

–Oh, mister Battle, la verdad es que su candidato demuestra tener más juicio que usted: ¡salir a trabajar con este tiempo!

Otras veces, claro, el elector no es tan cordial y no abre, o se queja. El periodista Boris Johnson se presentó en 2001 como candidato conservador por Henley. Escribió un libro de la experiencia, donde dice esto: "Es sorprendente con qué seriedad se toman este proceso los votantes en nuestra supuestamente apática democracia. 

Cuando abren la puerta, saben que toman parte en una transacción importante. Es una invitación a participar en la política nacional. Por un momento, de una manera diminuta, fraccional, tienen el control. Se les pregunta su veredicto sobre la cháchara que ven en la tele. Tienen algo que tú quieres. Casi siempre agradecen que te hayas molestado a pedir el voto en persona. Pero se sienten obligados a sentirse cortejados, y a ser rudos".

Se sube a los columpios


Vamos a la escuela. John conduce su viejo coche verde y Martin y yo le acompañamos. Allí nos encontramos con John Illingworth, el consejero que estaba en Venecia mientras John iba de campaña bajo la nieve, y que al final fue elegido. 

En la escuela nos recibe la directora junto a los seis miembros del consejo escolar, que preside Luke, de 8 años, votado por sus compañeros. John imposta un poco la voz para hablar con los niños y sonar más infantil. Les pregunta cómo aprovecharán su mandato y mejorarán la escuela. Se agacha un poco. También nos presenta. A mí, cansado de preguntarme cómo se pronuncia "Jordi", me llama directamente "George", sin inmutarse.

Su cordialidad es admirable y, diría, sincera. Su capacidad de ser simpático sin forzar es una cualidad. Al ver que ningún niño responde a sus preguntas por timidez, se lanza a contar cómo en su primer discurso en los Comunes estaba muy nervioso. Al acabar, dice, le preguntó a un compañero cómo había ido: "La boca muy bien, John, ¡pero las rodillas te temblaban!" Y John se pone a hacer temblar las rodillas. Algunos niños sonríen. Luego le preguntaré si esto de las rodillas es verdad, y me dice: "Los políticos siempre decimos la verdad". Y ríe.

Ahora toca inaugurar un patio, con la cinta, las tijeras y las fotos. John está muy atento a las fotos que debe hacer Martin y que luego enviarán a la prensa local. La opinión de esa prensa es esencial para un diputado. De la gente que la lee, surgirán sus votos. Antes de seguir la visita, John hará con los niños el recorrido por los toboganes que hay en el nuevo patio. Da reparo, pero no pierde la sonrisa.
Nos paseamos por las instalaciones de la escuela, son espectaculares, nuevas. Las profesoras nos saludan y comentan sus peticiones para el nuevo curso: la luz del techo está muy alta y es difusa, por las ventanas en verano entra mucho sol. John escucha con mucha atención y dice a menudo "excellent". Y pregunta cosas.

¡Hasta toca en la orquesta!


Comemos con los niños y luego salimos rápido hacia la inauguración de una tienda de reciclaje. Es en un polígono industrial y no damos con la calle a la primera. Cuando la encontramos un camión bloquea el paso. Llegamos tarde. Al final dejamos el coche lejos y vamos a pie. 

La fiesta de inauguración está aún a toda marcha, con su orquestilla de elementos reciclados y todo. John se da a conocer a la dueña: "Soy el diputado John Battle". Le enseñan el lugar y John me pide papel y boli para tomar notas; luego tendrá que hacer un pequeño discurso. Hay que mover una bañera llena de botones y John se arremanga y lo hace; hay que saludar a la madre de la dueña, y John lo hace. ¿Tocará también con la orquesta?, pregunto a Martin. "Apostaría dinero a que sí", y allí va John. No falta la foto.

Llega el momento del discurso, que John improvisa con donaire. Se permite incluso criticar por superficial a David Miliband, una de las estrellas emergentes del laborismo y entonces ministro de Medio Ambiente (hoy lo es de Asuntos Exteriores). Luego John me dirá que si hubiera habido algún periodista nacional entre la audiencia, aquello hubiera sido titular al día siguiente.

Mientras Martin y yo comemos una tarta buenísima, John escucha a una mujer que tiene aire de descolocada. (Cuando llegamos a la oficina, John le dirá a su mujer sobre ella: "Zoe estaba en la inauguración, ahora me ha pedido que le consigamos un trabajo para limpiar". Luego John se girará hacia mí con cara de preocupación: 

"A Zoe la conocemos desde hace años; seguro que ha ido a la inauguración sólo para hablar conmigo".) Nos vamos ya, habremos estado aquí una hora larga. Martin me confiesa: "Cada vez que vamos a una inauguración, salen otras dos o tres". Ahora John me enseña su circunscripción en coche. No hay calle ni comunidad que tenga secretos: "Aquí pusimos estos muros para separar los contenedores, aquí no se puede jugar a pelota, ¡es terrible!, ¿qué hacen los niños?; cada barrio tiene su propia cultura, hay que vigilar". 

Pasamos también por un área musulmana donde la gente sale de la mezquita. "En esa casa –me dice John– se hicieron las bombas del 7 de julio. Yo conocía a uno de ellos, era un chaval muy normal". Miro el vecindario, no veo ningún detalle que me haga pensar en terroristas: "No parece un sitio del que salgan terroristas", digo. "¿Y cómo es un sitio del que salen terroristas?", responde John.

Los problemas de verdad



De vuelta a la oficina, John se dedica a lidiar con las peticiones de la gente: "Problems!", dice al sentarse ante la secretaria Christine, que le resume los casos abiertos. Hay algunos que se arrastran meses. Van uno a uno. "Este es un caso triste", dice John. 

O cuando Christine le presenta una nueva petición de "Mr. Cook y su madre", exclama: "¡Piedad!" Hace años que persiguen algo. De los casos donde alguien puede exagerar, John dice: "Tú crees todo lo que te dicen hasta que se demuestra que mienten". Unos hacen reír: una mujer que para que le cambien un enchufe de su casa de protección oficial (en esas casas las reparaciones son gratis) ha recurrido al diputado: "Hay gente que me ve en le tele y cree que tengo poderes místicos", dice John. 

Otros más serios, como la madre que escribe a mano una carta para decir cómo duerme con su hijo en el comedor de casa de sus padres por falta de una vivienda. John dicta respuestas para los diferentes funcionarios ("¿cómo se llamaba el jefe de policía de North Yorkshire? Míralo en la web", pide antes de empezar una carta) o respuestas a los interesados. 


Christine toma nota. 


El conocimiento exhaustivo del barrio que tiene John puede hacer pensar que su labor es demasiado local. Es cierto, pero es precisamente eso lo que permite a un político estar en contacto con sus conciudadanos. No todos los diputados son sin embargo como John Battle; algunos se ocupan menos de su circunscripción. 

Así fue como John arrebató su escaño en 1987 al liberal demócrata que lo ostentaba, que era una figura nacional. John fue puerta a puerta y la gente le dio su confianza. De momento no la ha perdido. También hay escaños más fáciles de llevar que el de Leeds oeste, una zona popular. Según John, los diputados de zonas ricas, "con ir a misa y a las fiestas ya tienen suficiente".

El sistema mayoritario inglés quiere que en las elecciones gane el diputado que obtenga un voto más que el segundo. Es una de las grandes críticas que recibe: al no ser proporcional todos los que han votado por el segundo diputado no reciben nada a cambio. 

Este problema se agudiza en las zonas donde siempre ganan los mismos porque hay mayoría de un lado. Pero esto también tiene cosas buenas: así el diputado conservador debe ocuparse de las peticiones de la gente humilde que en principio no le votan, y al contrario el diputado laborista puede tener que defender los intereses de un empresario de su zona. Es una buena manera para un político de ser consciente de los problemas de la gente que no piensa como él.

A las cinco y cuarto se acaba la jornada. John y Mary me llevan a su casa, muy cerca. Es una casa normal, la típica inglesa de dos pisos, con jardín. John hojea un rato los periódicos afines a su partido y algunas revistas políticas. Mary tiende un poco de ropa. Es sólo un ratito; en seguida salimos a cenar. Me llevan a Bradford, donde nació John, a un restaurante indio. John me dice que se jubila de la política al terminar esta legislatura: "Ya tengo bastante de oír los problemas de los demás cada sábado por la mañana". 

Quiere dedicarse a su tesis doctoral sobre Tomás de Aquino y el bien común. El comité local del Partido Laborista –militantes y gente afín, unas trescientas personas– están a punto de elegir su sucesor.

Me dejan en mi hotel a las once de la noche. Les ha llamado su hija, que sube hacia Leeds desde Londres, donde vive. En Londres nos veremos al cabo de cuatro días, para ver cómo es una jornada parlamentaria del diputado John Battle.



Qué distingue a un político inglés de uno español
'Buenos días, soy su diputado, ¿va todo bien?'
   
 
Jordi Pérez Colomé.
Periodista 





NOTA de VREDONDOF :
Malgatareis mi dinero  en vuestras GESTIONES INCOMPETENTES....
 os reireis de mi como pagano impotente que soy ,  porque no puedo hacer nada ....
colocareis a vuestros familiares y amigos a chupar de la "GRAN TETA" con vosotros...
PERO LO QUE NUNCA TENDREIS SERA MI VOTO. 
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Nota  comun para todas las publicaciones del blog NCMV .
El primer titulo que le puse fue: 
Que No Cuenten Con Mi Voto = QNCCMV 
A posteriori acorte para que tuviera menos palabras. NCMV = No Con Mi Voto.
SCLSVRF


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Publicado por VRedondoF para CenB el 4/19/2011 08:41:00 AM